No queríamos que la experiencia se limitase únicamente al visionado. Por lo que decidimos que debía empezar incluso antes de colocar las gafas.

El corto se planteó para verlo dentro de una cabina individual, aislada del resto del público. Pero comunicando únicamente que dentro hay una vidente y te leen el futuro. Sin mencionar que fuese una experiencia de terror en si.

Una vez dentro, el azafato o azafata que coloca las gafas te pregunta si estas embarazada o si sufres del corazón. Así que tras generar una primera tensión, se procede a atarles las muñecas al reposa brazos del asiento y se les da una palabra de seguridad por si necesitan parar la experiencia. Una vez con las gafas puestas y antes de darle al play, el azafato da una última orden: haz todo lo que te diga la vidente.

Así empieza la experiencia. Con un espectador desubicado. En un sentimiento de inferioridad.  Un campo perfecto para estudiar sus reacciones donde por primera vez la gente deja atrás su cuerpo para convertirse e interpretar a nuestro protagonista.

Al comienzo del corto se establece un juego de roles, donde la vidente pide al espectador que haga una serie de cosas. Nosotros no sabemos cuanta gente va a seguirnos el juego, pero apostamos que aquellos que lo hagan, entrarán mucho más rápido en la historia y en lo que nosotros consideramos que es el objetivo de la realidad virtual.

Nuestra primera meta es conseguir que el espectador gire las manos cuando la vidente se lo pide.  Si lo hace, al cabo de un rato recibirá un impacto haptico en forma de susto. Sintiendo que la copa que acaban de echar, le ha mojado las manos.

Si conseguimos que el espectador retire las manos, vamos a implementarle un sentimiento de culpa ya que al hacer este gesto, va a romper el portal que previamente habían creado, poniendo las cosas mucho más feas.  Este es el principal planteamiento de terror psicológico en el que se basa el cortometraje.